Enrique Cajide y yo regresábamos de un viaje a Francia. Viaje al futuro, pensaba. Minijupes, chemises à fleurs, Creedece Clearwater Revival, Soul Music, Bob Dylan...
Nos alojamos en casa de mis tíos en el exilio, guardeses en plena campiña de una finca sembrada de melocotones grandes como puños. Era el verano de 1969, yo acababa de cumplir los dieciocho. Por supuesto, mi guitarra también viajaba.
Al llegar a Madrid, comentábamos entre nuestros amigos que habíamos visto a las chicas francesas mostrar sin pudor sus sujetadores a través de sus camisas trasparentes, que chicos y chicas se besaban con naturalidad en la vía pública y que, incluso, en Montauban, el 14 de julio, Fiesta Nacional de Francia, habíamos asistido a un evento popular en el que, para nuestra sorpresa, el PCE estaba presente con una caseta decorada con la tricolor republicana. Un baño de libertad.
Julio y Enrique en Francia |
A los pocos días, ya incorporado a mis rutinas, recibo una llamada de Alejandro Menéndez, bajista de Handicap, con quien, solo un par de años antes, por primera vez quise sentirme parte de un grupo pero que no fructificó. Para entonces, ellos, sí que habían conseguido subirse a los escenarios. Alejandro me dice que, si quiero retomar la idea de formar parte de una banda, hacen hueco para mí. Me comenta que tienen un acuerdo con un salón de baile de un pueblo cerca de Madrid y que allí tocan todos los domingos y fiestas de guardar.
La tarde del 24 de agosto de 1969, me veo viajando en el Dodge Dart de Chepín, un taxista de pueblo, en dirección a Mejorada del Campo. En el maletero, una guitarra alquilada pues no tenía. En mi mente un terrible miedo escénico ante la responsabilidad de tener que interpretar canciones que apenas me había dado tiempo a mirar.
Cuando llegamos, aquel salón de baile lo percibí asemejado a los que había visto en las películas en blanco y negro del cine costumbrista español de los años 50. El escenario era como una media luna de no más de 4 metros de radio. La batería se situaba montada en la parte más frontal y los demás a sus lados. Me sorprendí cuando me dijeron que tocaríamos cuatro horas seguidas, así, sin descansos. Ante mi asombro, me dijeron que no pasaba nada si repetíamos alguna y que, por norma, sobre todo si eran temas "lentos", no importaba hacerlos eternos; es más, las parejas lo agradecían.
Nada más comenzar observé como entraban sólo chicas, muy pocos chicos, y muchas de ellas se acercaban hacia la parte en la que yo me situaba lanzándome miradas sugerentes, también algún comentario como para sonrojarme. Entendible: era el nuevo, estrenaba una camisa roja a flores comprada al otro lado de los Pirineos y para más, ¡encima cantaba!...
Pasada la primera media hora ya comencé a sentirme confortable. Los compañeros me anunciaban la que venía y, si no me la sabía, bajaba el volumen de la guitarra y hacía como que tocaba. Ahora bien, en aquellas que conocía, me ponía henchido y ligeramente protagonista.
Aquel domingo concluyó, ya en el lunes 25. De siempre he tomado esa fecha como referencia del inicio de mi dedicación profesional. Lo decido así porque, aquella madrugada, los Handicap cobraron por sus servicios, incluido el mío, claro.
Dos años estuvimos tocando en aquel lugar del que sólo salíamos cuando, al ser fiestas en los pueblos de al lado, cerraban, y nos contrataban en ellos. En ese tiempo, los cuatro nos emparejamos con chicas del pueblo. Fui el último en hacerlo, pues, con gran cargo de conciencia había dejado una novieta en mi barrio. Lo cierto es que Esperanza, la chica más guapa del baile, llegó a mi vida para no irse jamás.
Ahora, 56 años después, el 13 de septiembre próximo, el Ayuntamiento de Mejorada del Campo ha querido contar conmigo. No como a mí me hubiera gustado, homenajeando a Handicap, de los cuales ya solo estoy yo en este mundo, también a toda aquella generación de jóvenes ilusionados con el futuro, seguro que mucho más de lo que lo están los que lo son ahora. Por como veis por el cartel, lo hago bajo mi condición de referente rockero.
Lo digo sinceramente: siento que quienes gobiernan, quienes opinan, quienes están en la cúspide y deciden, para mí que son otra generación.
Julio Castejón.
Handicap (Willy, Julio, Alejandro y Ángel) |
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