Dice el calendario que iniciamos una nueva vuelta al sol, aunque, a decir verdad, el solsticio de invierno sucedió hace ya unos días. Pero bueno, qué más da. Lo verdaderamente importante es seguir estando para contarlo.
Estas son fechas que propician propósitos que, en la mayor parte de los casos, son los mismos —o muy parecidos— a los que ya nos hicimos justo hace un año y que, como casi siempre, quedaron aparcados para mejor ocasión; sencillamente porque una cosa es lo que pretendemos y otra bien distinta lo que las circunstancias permiten.
No es por dar consejos, pero me voy a atrever a deciros que no os toméis muy en serio esos compromisos para con uno mismo que todos, en algún momento, nos hacemos. El día a día obliga a ajustar los anhelos al paso que marcan los aconteceres cotidianos, y no es cosa de fustigarse pensando que no somos capaces de cambiar hábitos. Creo que lo mejor para nuestra higiene mental es aprender a ubicarnos lo mejor posible entre las dudas y las contradicciones.
El año pasado, por estas fechas, le pedí a los Reyes Magos que me trajeran conciertos, y ya se vio que no fueron muchos. Toca aceptar cómo son las cosas; quiero decir, el mercado, y cambiarlas no depende de mí. Cierto es que me propuse un álbum nuevo y eso sí que lo conseguí, claro, porque solo estaba en mi mano. Desde la periferia es tan hijo mío como lo son los demás.
Otro de los propósitos que me hice fue el de reescribir Ahora que me acuerdo, mi primer libro, publicado hace ahora quince años. Hubiera quedado incompleto de no llevarlo hasta estos días sin contar todas las cosas que me han sucedido. A mediados de enero verá la luz.
Bueno, y ya que estamos en estos días, pido salud para todos y el deseo de que quienes la han perdido la encuentren cuanto antes.
Sed todo lo felices que podáis en este 2026... y en los que vengan.
Julio Castejón.
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