El verano va tocando a su fin y los ritmos vitales de cada uno de nosotros tienden a acompasarse con lo habitual. Ya toca.
Debo confesar sin arrepentimiento alguno que tengo la sensación de que en estos últimos tres meses me he relajado algo más que otros veranos. Las temperaturas tan extremas que hemos padecido dejan tirado a cualquiera y puede que, precisamente eso, justifique esa relajación de la que hablo.
Atípico y muy inusual para mí pasar un verano sin pisar un solo escenario. Lo hecho tanto de menos. Igual no he roto el contacto con mis instrumentos ni me han faltado las ganas de seguir utilizándolos. Creo que estoy tocando más que nunca. Tal vez sea así porque colgarme una guitarra, sentarme al piano y tocar por el gusto de hacerlo, sin que ello obedezca a ningún propósito concreto, me relaja mucho. Es justo en esos momentos en los que surgen ideas que dan para proyectos de canción... o no. Nunca se sabe.
Me he tomado con calma las mezclas del audio del Concierto del Adiós, tarea que no he delegado en nadie porque teniendo los medios, la experiencia y todo el tiempo ¿para qué?... Lo cierto es que la cosa avanza y, siento que avanza bien. Mezclar una grabación en la que intervienen algo así como 70 canales es una tarea que requiere muchas horas. Pero bueno, son horas que tengo al igual que las ganas de emplearlas en algo así, tan especial, tan emotivo. Pienso que en breve tendré acabado el trabajo y, a partir de ahí, comenzaremos con la edición del video.
Esta noche observo una luna llena espléndida sobre un cielo limpio, así lo veo. Tal vez sea ella la que me ha predispuesto a escribir.
Fiaros de la luna, siempre da la misma cara.
J.C.
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